Fiction: Visions (Visiones) [EN/ES]

«Estuvo deliciosa la comida, Isack. No la había pasado tan bien. Jaja». La hermosa Trixie le guiñaba el ojo a su pretendiente.

«Nada es suficiente para la más bella de las mujeres. La que ha conquistado mi corazón». Arnold tomaba dulcemente, la mano de la bella pelirroja de ojos azules como el mar.

«Que gentil eres, Arnold. Me haces sentir muy especial. Nadie me ha tratado como Tú». La mujer se mordía los labios provocando los bajos instintos de Arnold.

«No me castigues así, Trixie». El hombre tapaba la cara.

«Jaja, pero si no estoy haciendo nada. Soy completamente inocente». La sexy mujer se mordía suavemente una de sus largas uñas.

«Te gusta provocar. ¡Eh! Mujer traviesa». Arnold parecía morirse.

«Podemos pagar e ir al apartamento a terminar la noche. ¿Te parece?». Trixie sonreía coquetamente.

«Déjame pago la cuenta y salimos de este lugar». Arnold sacaba su billetera negra de la chaqueta.

En ese instante, un gran alboroto se produjo en el restaurante, y los meseros llegaban con las bandejas de galletas de la fortuna. Ellos empezaron a repartirlas a todos los clientes con un mensaje de buena suerte.

«Mi Dios, lo que faltaba. Jaja». Arnold tomaba la galleta.

«Veamos que fortuna nos trae la galleta. Espero que la mía diga que encontré el amor de mi vida».

Los dos futuros amantes tomaban las galletas de la suerte. Trixie abrió la suya y desenrolló el papel, los ojos le brillaron, luego mostró una sonrisa pícara.

«¿Qué dice el papelito?», preguntaba Arnold con una curiosidad incontenible.

Trixie mostraba sus dientes perlados, movía su cabeza de un lado a otro. «Primero tú».

Arnold partía su galleta de la fortuna y el papel caía a la mesa sobre el mantel rojo con blanco. Sus ojos cafés buscaban el travieso papel que brincaba de un lado a otro. Las manos de Arnold se hacían torpes por un momento y Trixie reía sin parar.
El avergonzado hombre tomaba el papel rápidamente y empezaba a mirar lo que tenía escrito. Las letras iban apareciendo una detrás de otra y su mente iba formando la oración. Las pupilas se dilataron y los colores del rostro parecieron abandonarlo.

Trixie lo miraba expectante con aquella mirada brillante y alucinante. Levantaba sus cejas elegantemente depiladas, tratando de buscar una respuesta a la reacción de Arnold. El hombre soltó un soplo. Mentalmente volvió a leer el papelito, «Ten cuidado con la serpiente, que puede inyectar su veneno y matarte en vida».

«Y bien, ¿qué dice tu papelito de la fortuna?». Trixie estaba perdiendo la paciencia y su sonrisa había desaparecido.

Arnold sonreía nerviosamente y pasaba el papel a Trixie, que lo leyó con mucha atención. «Jaja, te recomiendo no ir a donde hay serpientes. No debes ponerte así por un mensaje que es inventado tal vez para todos". Trixie reía y tomaba a Arnold de las manos.

«Tienes razón. Le doy mucha importancia a algo arbitrario que no representa mi futuro. Además, ¿qué es eso de una serpiente? Jaja». Trixie hacía una bola de papel y lo tiraba al aire. «Salgamos de aquí y vamos por una noche de mucha acción. Jaja».

«Sí, mi bella Trixie. Déjame voy a pagar la cuenta». Arnold se levantaba rápido e iba hacia el cajero.

Uno de los meseros salía de la cocina y torpemente se tropezaba cayendo con el ramen, haciendo un desastre. Arnold no se daba cuenta del desastre, se dio media vuelta y al dar el primer paso se resbaló y cayó de espaldas. Todo se hizo oscuro...

«¡Despierta dormilón!». Trixie daba un golpe a Arnold.

«¿Qué sucedió?». Arnold estaba desconcertado.

«Pasa que te dormiste, bribón. Recuerda que tienes que acabar de hacer aseo y lavar mi ropa. Después hacer el almuerzo. Levántate que tienes mucho que hacer». Trixie se limaba las uñas. «No olvides darme dinero para ir a comprar».

«¿Dinero?, ¿aseo?, ¿comida?». Arnold se rascaba la cabeza.

«Sí, sí, sí. No te hagas el tonto, hoy domingo descanso. Lo sabes bien. Ahora dame dinero sino quieres arrepentirte. Ya me conoces como soy». Trixie estiraba la mano abriéndola y cerrándola rápidamente.

Arnold atónito en esa nueva realidad, dio el dinero e hizo lo que Trixie le decía, luego trataría de buscar respuestas a lo que estaba pasando. Pasó el día y terminó exhausto de todos los quehaceres de la casa. Él hombre intimidado se acercaba a Trixie.

«Ya terminé». Arnold se dirigía hacia la mujer que estaba en el sofá.

«Así me gusta. Cuando eres obediente me haces feliz y te hago feliz, amorcito. Jaja». Trixie terminaba de pasar una capa de esmalte rosado con brillantes sobre uno de los dedos del pie.

«Puedo hacerte una pregunta».

«Sí, ¿sucede algo malo?». Trixie dejaba su esmalte de uñas y miraba fijamente a Arnold.

«¿Qué pasó aquella noche en el restaurante, cuando tuvimos nuestra primera cita».

«Pues tú torpemente te resbalarse y caíste, al despertar me declaraste tu amor y que querías ser mío por siempre, así que yo te tomé la palabra. Y aquí estás como mi esclavo, ten cuidado con lo deseas. Jaja». Trixie se levantaba del sofá. «Ahora llévame al centro que voy a salir con unas amigas y no me esperes despierto o ya sabes lo que te pasará». La mujer mostraba su puño.

Arnold salía corriendo y repetía, «Esta no es mi realidad, está no es mi realidad».

«Tonto, ¿a dónde vas?». Trixie salía corriendo tras Arnold. «No te escaparas tan fácil, tonto».

La mujer tomaba una piedra y la lanzaba con mucha fuerza. Arnold fue impactado en la cabeza y todo se volvió negro...

«Arnold, ¿estás bien?». Trixie sostenía la cabeza de él.

Los ojos de Arnold enfocaban a la bella mujer y a los meseros. «¿Dónde estoy?».

«Estas aquí, en el restaurante. Te diste un golpe duro en la cabeza». Trixie ayudaba a levantar a Arnold. «¿Te sientes mejor?».

«Creo que sí. Me voy a casa». Arnold apartaba a Trixie de su lado.

«No estás bien, déjame acompañarte. Seré buena chica. Jaja». Trixie abrazaba a Arnold, sonreía sensualmente y luego le daba un beso apasionado. «¿Esto es lo que quieres, cariño?».

Arnold quedó completamente enloquecido y salió con Trixie directo a su casa. Uno de los meseros decía a los otros, «Miraste la serpiente que tenía tatuada la mujer en la espalda cuando estuvo ayudando al hombre. Peligro. Jaja».

Sobre la mesa descansaba el papelito de Trixie y se leía: "Hoy, conseguirás tu esclavo. No lo dejes ir por ningún motivo".

«Jajaja».