Fiction: Vendetta [EN/ES]

«¿Acaso, ese es Aurelio?». Leandro apuntaba hacia el Cadillac negro.

«¿Por qué sale huyendo?». Marco entrecerraba los para enfocar mejor.

«No sé. Vamos a investigar».

Leandro y Marco se acercaban al Cadillac con sigilo. No sabían que esperar de aquella situación tan extraña. Leandro se miraba dentro del auto, y los ojos se le querían salir de sus órbitas, el habla del atónito hombre se entrecortaba. «Marco... Marco... Es... Es...».

«¿Qué es lo que dices?». Marco se acercó al auto.

«No veas, Marco». Leandro tomaba de los hombros y lo apartó del auto.

«Déjame ver. No estoy para juegos». Marco apartaba a Leandro de su camino y miraba dentro del Cadillac.

Marco dio unos pasos atrás, no podía creer lo que está viendo. Su estómago se revolvía y un dolor de cabeza se clavó en su cabeza, luego cayó de rodillas sobre el camino polvoriento, de inmediato las lágrimas de dolor e irá caían en la tierra. Los puños de Marco golpeaban con furia, tratando de sofocar la ira que lo quemaba.

«Marco, debes calmarte. Necesitamos llevar el cuerpo de don Nino a la casa».

Leandro ayudaba a levantar a Marco y subían al auto. Después de unos minutos llegaron a la casa de los Lombardos, la familia más poderosa de Italia, sacaron el cuerpo de don Nino, el patriarca de la familia, quien construyó su fortuna con el contrabando de Whiskey.

Marco y Leandro sacaban el cuerpo de don Nino y en ese momento, la gran puerta de fino cedro de la mansión se abría. Una mujer bajita y con sobrepeso, vestida de blanco de pies a cabeza salía corriendo. «Hijo, ¿qué pasó con tu padre?».

«Madre, mi padre... Mi padre...». Las lágrimas caían antes que Marco pudiera acabar de hablar.

«Doña Brina, don Nino fue asesinado vilmente y todo parece indicar que fue Aurelio», decía Leandro.

«Mi hijo Aurelio no pudo haberlo asesinado, es mentira». Doña Brina gritaba desesperada y se aferraba al gabán color café de Marco.

«No te preocupes, madre. Aurelio tendrá que pagar por su vileza». Marco abrazaba a su madre fuertemente.

«No, hijo, Aurelio no pudo ser. Están mal, debe haber una explicación». Doña Brina seguía llorando desconsoladamente.

La servidumbre ayudaba a entrar el cuerpo de don Nino. En los días siguientes, un gran funeral fue arreglado para dar la despedida al padre. Las mafias más influyentes llegaron para despedir a don Nino.

Después del funeral, la familia estaba reunida en la sala, el ambiente estaba lleno de pesadumbre y tristeza. Los rostros de los nietos, hijas, yernos, nueras, amigos y de su esposa eran una sinfonía de tragedia difícil de creer. La situación amenazaba con generar una guerra entre las mafias, ya que don Nino, ya no era la cabeza principal de la organización. Leandro tomaba del brazo a Marco y se lo llevaba a la oficina del difunto.

Entraron a la habitación, un olor a tabaco perfumado se percibía sutilmente en aire. Marco se acercaba hasta el gran escritorio de cedro de color miel, que se robaba la vista con su imponencia. Marco pasaba la mano sobre el gran mueble, tratando de sentir la presencia de su padre, se sentó en la gran silla tapizada con gamuza roja. Suspiro y luego vio a Leandro.

«Debes asumir como la cabeza de la organización, Marco. Debemos anunciar a las familias o de lo contrario empezará una guerra por el control de la presidencia». Leandro sacaba un habano de su gabán negro y lo encendía. «El vacío de poder que dejo don Nino es preocupante. Hay que anunciar urgentemente su reemplazo».

«No estoy preparado para esta gran responsabilidad. Sabes que mi padre nos quería fuera del negocio, no sé cómo proceder». Marco soltaba un gran suspiro.

«Primero debes eliminar a tu hermano Aurelio, ya sabemos de lo que es capaz y puede venir por ti, para luego quedarse con el control de la organización».

«Aún no puedo creer que mi hermano haya podido hacer esto. Nunca lo vi venir». Marco golpeaba con sus puños el escritorio.

«Ya sabes como es este negocio. La misma sangre te traiciona para conseguir lo que desea. Ahora te toca a ti, actuar con sabiduría y retomar el control de la organización».

«Tienes razón, Leandro. Anuncia que de ahora en adelante tomaré el control de la organización». Marco sacaba un papel de los cajones y tomaba uno de los esferos de marfil de la cajita que estaba sobre la mesa. Empezaba a escribir. «Entrega este papel al secretario de la organización».

«Muy bien, Marco». Leandro guardaba el papel en su gabán. «¿Cuál es tu orden con respecto a tu hermano?».

«Debe pagar por lo que le hizo a mi padre». Los ojos castaños de Marco se llenaban de ira.

Leandro tomaba su sombrero de ala ancha y salía corriendo de la oficina, mientras la puerta se cerraba tras del hombre. Marco miraba al dintel de la puerta donde un pequeño busto de su padre estaba colocado, y las lágrimas empezaban a brotar incontenibles.

En ese momento, la ventana de madera se abría violentamente y Marco caía al suelo para resguardarse.

«Levántate, Marco». Aquella voz grave era muy familiar.

«Aurelio, ¿Acaso regresaste a buscar tu muerte?». Los ojos de Marco se fijaban en su hermano.

En unos segundos, Marco se abalanzaba sobre su hermano y empezaba un forcejeo, luego golpes que iban y venían, Después Aurelio sacó una pistola negra de su gabán. «Detente o morirás».

«¿Así que me matarás?, ¿cómo lo hiciste con nuestro padre por el control de la organización?». Marco retrocedía hasta el gran escritorio.

«Yo no maté a nuestro padre y por eso regresé. Quiero limpiar mi nombre».

«Te vi saliendo del Cadillac, donde yacía nuestro padre». Marco se movía lentamente alrededor del escritorio.

«Todo fue una trampa. Un complot muy bien orquestado, pero sé que no confías en mi palabra, así que traje a alguien para que te cuente lo que sucedió». Aurelio miraba hacia afuera e hizo señas. «Él es Vito, fue contratado para atentar contra nuestro padre, durante días estuve tras su pista y logré dar con él, antes que lo asesinaran. Le prometí que lo protegería después que confiese. Cuenta todo lo que sabes, Vito».

«Señor Marco, todo fue un complot para asesinar a su padre, luego a su hermano Aurelio y finalmente a usted, esto con el fin de hacerse con el control de la organización». Vito prendía un habano.

«¿Quién orquestó todo esto?». Marco se sentó en la silla, atónito por lo que estaba escuchando.

«Decía llamarse Renzo».

«¿Renzo? No conozco a ningún hombre llamado así».

«Yo tampoco, hermano, pero Vito me juró que me ayudaría a encontrarlo». Aurelio bajaba el revólver.

Marco vio la oportunidad y tomó una pistola que su padre escondía bajo el escritorio. La saco rápidamente y apuntó a los dos hombres. «No te creo nada de lo que dices, ahora te mataré y vengaré a nuestro padre».

La pistola estaba lista para disparar y en ese momento, entró Leandro, Vito gritó. «¡Renzo!».

Leandro salió corriendo de la oficina y los dos hermanos quedaron atónitos al descubrir al traicionero. Luego de unos minutos, Leandro fue capturado y se hizo justicia. Los hermanos se perdonaron, y la familia Lombardo volvió a unirse.

Aurelio y Marco se abrazaron ante a la tumba de su padre, prometiendo dejar ese mundo oscuro y peligroso para ser hombres de bien y cuidar de sus esposa e hijos y especialmente de doña Brina, la vieja querida de los Lombardo.