Fiction: Retrospective trip (Viaje retrospectivo) [EN/ES]

«Eres una mujer horrible, ya no te quiero ver. Siempre te odie. Me largo de esta casa». Jhon salía y daba un portazo fuerte.

Dominica se colocaba las manos arrugadas en el rostro y sus lágrimas saladas empapaban la epidermis, por entre los dedos escurría el líquido del dolor, que salía a borbotones, y los sollozos acompañaban la melancólica melodía de la tristeza

El alborotado pelo blanquecino de Dominica decoraba aquel triste cuadro, que en medio de la pobreza acentuaba más el dolor. Un chal de lana roto cubría su esquelético cuerpo, junto con una falda rucia de color verde que le llegaba a los tobillos y un suéter negro para protegerla del frío congelante.

Una vecina de Dominica llegaba para ver cómo seguía. El cáncer de estómago le estaba pasando factura. «Doñita, ¿cómo está?».

«Buena tarde, Miriam. Ahí voy pasándola con los dolores del cuerpo y del alma». La voz de la anciana se quebraba y las lágrimas salían incontenibles.

«No se angustie, Doñita. Ese hijo ingrato que tiene no vale las lágrimas que derrama». Miriam le pasa un tazón de porcelana desportillado en los bordes. «Anímense le traje un poco de sopa con pechuga de pollo».

«No quiero, Miriam. Las ansias de comer me han abandonado hace ya mucho tiempo». Dominica se arrinconaba en un lado de la cama.

«Doñita, coma por favor. Mire que con la enfermedad que usted tiene debe estar bien alimentada». Miriam se dejaba el plato de sopa en la mesa. «Voy a dar de comer a los hijos y al marido. Más tarde vengo a verla. Por favor cómase la sopita».

Dominica quedaba sola en el silencio de la habitación, algunas moscas se paraban en el tazón de sopa, mientras la pobre anciana dormía. Al anochecer llegaba Jhon, borracho y fumando un cigarrillo, pateaba la puerta con fuerza.

«Oye, dame... Dame... Hip... Dame de comer. Tengo hambre». Jhon movía a Dominica, pero no tenía respuesta. «Acaso no me escuchas...».

Jhon volvió a mover a Dominica, la vio con el rostro morado y completamente helada. El hombre quedó impactado al ver aquella escena funesta. Un nudo en la garganta parecía ahogarlo, quería llorar, pero las lágrimas no salían. Sintió un dolor de cabeza tan punzante, que el alcohol en su organismo se diluyó como por arte de magia.

Recobró el sentido de la sobriedad, y la realidad le dio un nocaut que lo dejo tendido en el suelo. Miraba el techo descolorido y desgastado por el paso del tiempo. Una lágrima se mostraba tímida por uno de sus párpados, se sintió horriblemente culpable por todo lo que hizo con su anciana madre.

Finalmente los sollozos salieron y los gritos de un dolor profundo salían, libres como pájaros al viento. El silencio se cortó por las notas de dolor y arrepentimiento. Los ojos castaños de Jhon no pararon de expulsar lágrimas, se sujetó la garganta tratando de deshacer el nudo del dolor, que parecía ahogarlo por más que gritaba.

En ese estado de expiación, Jhon miró una luz brillante en el techo. Se fue haciendo tan grande que lleno todo el cuarto y encegueció al hombre, quien se cubrió los ojos con los antebrazos. Luego escuchó una voz que le decía, No temas, Jhon He oído tu clamor y vine hasta ti». Un ser de luz, incorpóreo, se mostraba frente a él.

«¿Quién eres?», preguntaba Jhon tratando de dilucidar lo que sucedía.

«No soy nadie. He venido a calmar tu dolor e impotencia».

«¿Cómo lo harás? Si ya nada se puede hacer. Ella falleció sola y llena de tristeza». Jhon se limpiaba las lágrimas.

«Ustedes los mortales no entienden cómo funciona el tiempo. He venido a llevarte al pasado para que puedas pedir perdón a tu madre».

De pronto, aquel ser de luz abrió un portal y Jhon pudo a su madre en otro espacio tiempo. Él se frotaba los ojos insistentemente, pero aquel portal seguía ahí. «Eres acaso un viajero del tiempo».

«No hay lugar para trivialidades, entra en el portal antes que sea demasiado tarde». Una lengua lumínica apuntaba al portal. «Dile todo lo que guardaste en tu corazón a tu madre y así podrás estar en paz. Recuerda que tendrás una sola oportunidad».

John atravesó el portal y miró a su madre recostada de un lado, llorando amargamente. El hombre posó su mano suavemente en el hombro de su madre. «Lo siento, madre. Perdóname por ser tan estúpido. Ahora entiendo, que en el fondo de mi corazón yo te amo. No quiero perderte». Jhon soltaba lágrimas de arrepentimiento.

Dominica se volteaba y una sonrisa cálida brotó de su rostro. «Hijo querido, me has hecho muy feliz. No tengo nada que perdonar, eres mi hijo, muy amado y el tenerte de vuelta en mis brazos es todo lo que quiero». Jhon rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su madre y sintió su candor que lo lleno de paz.

El ser de luz apareció, «Jhon, es hora de irnos, se acaba el tiempo».

«Déjame un poco más, por favor. Quiero estar a su lado». Jhon abrazaba a su madre tan fuerte que ella empezó a hacerse polvo y se diluyó en el aire. «No, no, no. ¿Por qué me haces esto? La quiero de vuelta». Jhon miraba sus manos y las lágrimas seguían brotando.

La luz se volvió a hacer más intensa y cegaba a Jhon, mientras escuchaba, «Se acabó el tiempo, se acabó el tiempo».

Jhon abrió los ojos y se vio en un basurero. Se tocaba el cuerpo insistentemente tratando de dilucidar su realidad. Pensó en su madre y corrió tan rápido que el corazón se le quería salir, llegó a su humilde casa, suspiro profundamente y entró. No podía creerlo su madre estaba en cama, y los sollozos salían de Dominica.

«Madre, madre, perdóname. He venido como un hombre nuevo. Ahora solo quiero cuidar de ti». Jhon abrazaba fuertemente a su madre y ella sonreía con una sonrisa tan cálida que estremeció a su hijo.

«Te amo, hijo».

Jhon miraba en una de las paredes al ser de luz y el esbozo unas palabras, «Gracias».

«Ustedes los mortales no entienden del tiempo, jaja». El ser de luz desapareció.

Jhon finalmente dijo, «Te amo, mamá».