Fiction: Palomino [EN/ES]

«Vienen en el último cuarto de vuelta, Felipina, Buena Suerte y Rayo Veloz. Es un duelo de cabeza a cabeza por el primer lugar. Se acercan a la meta en un final de infarto. Y... Llegan, es un final muy cerrado, pero gana Felipina, la favorita para esta emocionante carrera». El narrador del hipódromo estaba emocionado.

En las tribunas, un hombre de gabardina y sombrero de ala ancha rompía furioso la boleta de la apuesta, mientras el cigarro se consumía poco a poco en su boca. «Maldito caballo, me hizo perder. Debí hacerle caso a las estadísticas y no a mi instinto», pensaba el hombre.

Saliendo del hipódromo se encontró con un ex amigo. «Hola, perdedor. No me digas otra vez apostaste al caballo equivocado, jaja». Aquel hombre se burlaba mientras salía a toda velocidad en su Mercedes Benz.

«Imbécil, un día de estos te haré tragar esas palabras». Batía el puño al aire con toda la furia contenida.

Siguió caminando y pasaba frente a una caballeriza, escuchó una voz que le decía. «Hey, compañero, ¿necesitas ayuda para ganar?».

El hombre volteó a mirar y a su lado había un caballo blanco, era flaco, una crin enmarañada y unos ojos cafés que lo miraban fijamente. «¡¿Qué?!», respondió atónito.

«¿Por qué me miras así, tonto. Me llamó Palomino y soy el caballo que te dará suerte». Un relincho salió del animal.

«¿Palomino? Pero eres un caballo y los caballos no hablan. ¿Cómo es eso posible?». El hombre no salía de su sorpresa.

«Si hablamos. Lo que sucede es que solo hablamos con los humanos elegidos». El caballo movía su crin enmarañada. «¿Cómo te llamas humano?».

«Me llamo Rick». El hombre estaba anonadado. «¿Por qué me elegiste, Palomino».

«Eres el más desdichado que he visto y he decidido ayudarte». Palomino movía la cabeza de arriba a abajo.

«¿Desdichado yo? Y ¿Cómo se supone que me ayudarás». Rick arqueaba las cejas.

«Sí, eres desdichado. Créeme». El caballo volvió a relinchar. «Recuerda que soy un caballo, por consiguiente puedo hablar con otros caballos. ¿Entiendes?».

«Creo que aun no entiendo». Rick se sacaba el sombrero.

«Con razón pierdes tanto. Yo puedo hablar con los caballos y pedirles que hagan ganar a un caballo específico. Tu apuestas por aquel caballo y ganas». El caballo pateaba el suelo lleno de heno.

«Jaja, no me digas. Aunque seas caballo no puedes hacer eso. Los pura sangre son muy competitivos». Rick encendía un cigarro.

«Confía en mí, Rick. Vuelve mañana y te diré por quien apostar». Un nuevo relincho salió del hocico del caballo.

«Veré si es real lo que me dices o es que me estoy volviendo loco». Rick se rascaba la cabeza.

Hombre y animal se despedían hasta el día siguiente. Las horas pasaron rápidamente, y Rick llegaba al hipódromo con la sensación de que lo vivido el día anterior fue una mala pasada de su imaginación. El apostador fue a buscar a Palomino hasta la caballeriza, pero no vio a nadie, se sacó el sombrero y lo tiró al suelo.

Rick fue directo al hipódromo y cuando iba a subir a las graderías, escuchó la voz de Palomino, «Rick, ven para acá».

El hombre corrió hasta donde estaba el caballo desnutrido. «Ahora, ¿dime quién va a ganar?».

«Apuesta por Feliz en la cuarta carrera. Las apuestas están 100 a 1. Aprovecha». Palomino movía la cabeza hacia arriba y abajo.

«Estas bromeando, no lo haré ese caballo no tiene opciones». Rick tiraba la colilla de cigarro al suelo.

«Confía en mí, ganarás mucho dinero si apuestas a Feliz. Hazlo pronto, tonto». Palomino empujaba con la cabeza a Rick.

«Está bien, está bien. Voy a hacer lo que dices y espero tengas razón o sino...». Rick iba a hacer la apuesta.

En ese trayecto pensaba en lo que estaba sucediendo. «Estoy loco. Voy a apostar a un caballo sin probabilidades solo porque otro caballo me lo dijo». Seguía subiendo las gradas. «Apostare 50 dólares, no arriesgaré en una locura». Rick hacía la apuesta.

La carrera comenzaba y Feliz quedaba de último. Rick furioso estrujaba el papel y lo tiraba al suelo. Después sucedió algo extraño, los caballos empezaron a ir más despacio y fueron pasados por Feliz, que ganó con una enorme ventaja. Rick saltaba muy emocionado y apuro a recoger el papel.

«Palomino, Palomino, gané, gané». El hombre batía los billetes.

«Eso veo, pero desconfiaste y no hiciste lo que te dije». Palomino relinchaba enojado.

«Perdón, Palomino. Es que no sabía que pensar, todo esto es tan loco. Aún no creo que gané». Rick colocaba sus manos en súplica.

«No creo que deba ayudarte más. Eres muy desconfiado». Palomino se iba a su caballeriza.

«Momento, momento. Desde ahora haré lo que digas. Por favor, ayúdame, Palomino». El hombre suplicaba al equino.

Palomino se daba media vuelta. «Apuesta todo lo que tengas en el gran Derby. Yo participaré y te haré millonario si confías en mí».

Rick tomaba la crin al caballo, y se despedían con la promesa de que el hombre iba apostar todo lo que tenía al caballo. Llegó el gran día y Rick había vendido todo para conseguir una fuerte cantidad de dinero y lo apostó a Palomino.

El hombre buscó por todos lados al caballo, pero no lo encontró. Luego de varias horas, la carrera empezaba, y Rick miraba desde las gradería. Una gran sonrisa amarillenta mostró el hombre. «Ahora seré millonario, al fin. Jaja».

Tomó los binoculares disponiéndose a ver la carrera. Vio a Palomino en la salida, en seguida dio comienzo a la carrera. El hombre vio con horror como Palomino era dejado de último y perdía desastrosamente. Para Erick fue uno de los peores días de su vida. Después de todo esto, el furioso hombre corrió a buscar al caballo.

«Eres un maldito caballo. Me has hecho perder todo lo que tenía, exijo que me devuelvas mi dinero». Erick miraba con los ojos desorbitados al animal, que solo relinchaba y movía la cabeza. «Habla, maldito, embaucador, habla». Erick estaba totalmente fuera de sí.

«Oiga, Usted, ¿qué le va a hacer a mi caballo?». Un hombre regordete y calvo le hablaba.

Erick miró al hombre, «Usted, me engañó. Lo mataré».

Después del alboroto, Erick fue llevado al manicomio, había perdido totalmente la cordura y no dejaba de repetir, «Palomino me dijo que apostara, Palomino me dijo que apostara...».

Desde la caballeriza se escuchaba una voz, «Hey, compañero, ¿necesitas ayuda para ganar? Mi nombre es Palomino». Relinchaba el caballo.