Fiction: Game over (Juego terminado) [EN/ES]

Tony sudaba profusamente tratando de pasar el nivel más difícil del juego de moda en las maquinitas. Los marcianitos hacían el deleite de la generación del color y los peinados locos. La rebeldía corría por las calles con ropas de estilos futuristas.

Tony hacía parte de esa generación alocada que empezaba a disfrutar de la tecnología, y los videojuegos empezaban a dominar la mente de los más chicos . Los marcianitos eran un juego muy colorido, gráficas simples y sonidos electrónicos que tenían una tonada muy pegajosa.

Todo esto hacía que los chicos de aquella época sintieran una especie de hechizo por aquel juego y tenían que jugarlo sin dudarlo. El juego tenía una lista de los mejores hasta ese momento y Tony se había hecho a la idea de entrar en esa lista privilegiada y pasar el ultimo nivel que nadie lo había logrado, el chico se la pasaba hablando a sus amigos de su gran anhelo convertido en obsesión y de cierta forma los aburría con el mismo tema de la lista privilegiada y ser el mejor de los mejores.

Los ojos cafés se clavaban en aquella pantalla barrigona, y los dedos cíclicamente se movían presionando los botones de colores, mientras la mano izquierda movía la palanca con una bella bola roja. Las pecas eran bañadas con el brillo radiante de la pantalla, los dientes con unos frenillos simpáticos se mostraban de cuando en cuando en un nivel que era muy difícil de pasar.

«Tony, aún sigues en ese juego. Acéptalo ese nivel es tu némesis y no lograrás pasarlo. Jaja». Don se burlaba de su amigo mientras le palmeaba la espalda.

En ese momento, Tony perdió el control de su nave y los marcianos la destruyeron en una explosión de pixeles coloridos. «Tonto, me hiciste perder y estaba a punto de pasar ese nivel infernal». Tony apretaba sus dientes y fruncía el ceño.

«No era mi intensión, Tony, pero debes dejar ese juego por un tiempo. Estás actuando muy raro». Don instaba a su amigo.

Tony volvía a clavar los ojos en aquella pantalla e iniciaba el juego. «Lárgate, tú me traes mala suerte».

Don cabizbajo se iba, dejando a Tony con ese juego que lo había convertido en un esclavo. Los sonidos de los botones presionados se tomaban aquel espacio, personal e inviolable. El inicio con aquella música melodiosa daba lugar al nuevo reto.

Agachado seguía presionando los botones con una agilidad que parecía haberse cultivado desde hacía décadas. Los sonidos de la boca acompañaban la emoción y el desencanto en cada nivel. Aquel sueño del hombre con el juego desataba un instante con un tinte de misticismo singular.

Su esfuerzo después de tantos intentos por pasar aquel nivel infernal, empezaba a dar frutos. Pasaban los días y estaba a punto de conquistar lo inconquistable. Sonreía con complacencia por alcanzar lo que se había propuesto y ser el mejor en aquel juego que había gastado gran parte de sus días.

A su alrededor se reunían chicos que miraban con curiosidad como Tony dominaba el juego y estaba a punto de pasar el nivel más difícil de todos. Una chica se acercaba al chico. «Eres muy habilidoso».

Al regresar a ver a la chica, perdía una vida y al volver al juego, los ojos mostraban una desilusión que no tuvo más opción que dejar de jugar y salir del arcade luego escuchaba un alboroto y voces de aclamación. Regresó al lugar y vio como su rival Rick había logrado alcanzar lo que él no.

«Tony, fui el primero en pasar el nivel infernal. ¿No me felicitarás? Jaja». Rick salía del arcade entre las aclamaciones de sus seguidores.

Tony se apretaba los dientes al ver el nombre de su rival escrito en la lista de los mejores, no lo podía creer. Decepcionado se retiró a su casa y no volvió al arcade, había pedido todo el entusiasmo por ser el mejor. Durante varios días Tony estuvo encerrado en su cuarto sin querer saber nada del juego.

«Tony, te busca Don», le decía su madre.

«Dile que no estoy». Tony se daba media vuelta en su cama

«Debes hablar con alguien, pareces un ermitaño. Además este cuarto parece un nido de ratas. Levántate sacúdete esa pereza, jovencito». Su madre hablaba con autoridad mientras salía de la habitación.

«Tony, ¿cómo estás?». Don entraba a la habitación.

«Hola, Don, ¿qué haces aquí?». Tony fruncía el ceño.

«¿No has sabido lo último?».

«No, ¿Qué pasó?». Tony miraba fijamente a su amigo.

«Descubrieron que Rick hizo trampa y borraron su nombre del juego».

Tony abría los ojos al máximo de sus cuencas. «No lo puedo creer, pero como sucedió esto».

«Dicen que le pago a un operario del arcade para alterar el juego». Don mostraba una risa. «Oficialmente el juego no ha sido pasado, aún tienes oportunidad. Jaja».

Tony se cambió de ropa y salió corriendo hacia el arcade. Había renacido en él entusiasmo por llegar a su objetivo. Nada podía detenerlo en este momento corría tan rápido como podía, las piernas se movían tan rápido que parecían volverse invisibles.

Don corría tras su amigo esperando alcanzarlo, pero la motivación había hecho que Tony generará adrenalina y corriera más rápido. El sol bañaba el rostro de los muchachos que sudorosos corrían por las calles del vecindario para llegar al arcade.

Después de unos minutos los dos chicos llegaron a su destino. «Don, hoy serás testigo de mi nueva hazaña. Jaja».

«Corre, amigo, escribe tu historia». Don animaba a su amigo.

En el momento que los dos iban entrando vieron al personal desconectando la máquina del juego de los marcianos y se la llevaban a la bodega. Los amigos se dirigieron al administrador.

«Señor, ¿qué paso con el juego de los marcianos?», preguntaba desconcertado Tony.

«El dueño decidió cambiar el juego. Ya no es popular. Pronto traerán nuevas máquinas con nuevos y emocionantes juegos». El administrador sonreía a los chicos.

«Noooo». Tony se tomaba la cabeza.