Fiction: Adrenaline (Adrenalina) [EN/ES]

«Uno, dos, tres». Ulises se tiraba del puente con una cuerda de bungee.

«¡Ulises, nooooo!». Sara gritaba desde la cima del puente.

Mientras Ulises caía hacia el fondo sentía que una sensación de alegría indescriptible, que fluía por todo su cuerpo como la libertad del pájaro que vuela por el firmamento. Era una de sanción maravillosa, que solo podía ser superada por una droga muy potente.

Los gritos ahogados de emoción, invadían el fondo del cañón en tanto el aventurero hombre subía y bajaba por la inercia de la gravedad sobre la cuerda elástica. Sara miraba con furia a su novio, luego de que este subía al puente.

«Eres un estúpido, acaso quieres matarme de un paro cardíaco, acaso no tienes respeto de tu vida, acaso no piensas en tu familia o en mí. Si te pasa algo me moriría, ¡idiota!». Sara furiosa sermoneaba a su novio.

«Cálmate, cariño, solo fue un pequeño salto. Todo es muy seguro. Pregúntale a Obi». Ulises apuntaba al hombre negro con rastas.

Sara veía con una mirada fulminante a Obi, y el hombre levantaba los brazos negando con la cabeza. La mujer regresaba a ver a su novio y lo tomaba del brazo. «Vamos a la casa, idiota».

«Amor, debes relajarte. Hay que disfrutar de las emociones excitantes de la vida, de lo contrario todo sería aburrido». Ulises se quitaba el casco y el arnés.

«Tienes unas formas muy interesantes de disfrutar de la vida, imbécil. Acaso piensas matarte». Sara ponía los ojos en blanco.

«Ya, amor. Bájale a la intensidad». Ulises tomaba a su novia de la cintura y le daba un beso apasionado.

Sara desfallecía en los brazos del hombre y mostraba una gran sonrisa, mientras sus ojos verdes irradiaban un brillo encantador. Ulises reía viendo a su novia mostrando aquellos gestos enamorados.

«Amor, promete que es la última locura que haces. No quiero que te pase algo malo haciendo todas esas cosas extremas». Sara hacía una súplica insistente.

«Cariño, lo último será la tirada en avión y dejo todo esto. ¿Te parece?». Ulises guiñaba el ojo a su novia.

«Ulises, no te dejare hacer eso. Acaso estás loco. Haré todo lo posible para que no saltes. ¿Oíste, tonto?». Sara tomaba el boleto de avión y se bajaba furiosa del auto.

«Amor, regresa. Hablemos de esto». Los ojos azules veían a Sara como se perdía en el horizonte.

Al día siguiente, Sara aparecía con un hombre muy bien vestido, de corbata, saco de paño negro y pantalón del mismo color. Una pipa elegante que fumaba esporádicamente y un monóculo. Lo más llamativo de su rostro era un bigote riscado en las puntas, además de una nariz fina y puntiaguda, con unos ojos negros, todo este conjunto de características hacía que el hombre tuviera un tinte misterioso.

«Amor, te presento al profesor Arnel». Sara hacía una venia sutil al hombre misterioso.

«¿Profesor Arnel?». Ulises miraba de arriba a abajo al hombre.

«Así es. Soy el profesor Arnel, experto en hipnotismo y metafísica. «Un placer conocerlo». El elegante hombre estiraba la mano para saludar.

«Amor, saluda no seas mal educado». Sara hacía un gesto de disgusto. «El profesor ha venido a ayudarte».

«¿Ayudarme?».

«Así es, señor. Vamos a quitarle esa obsesión por el peligro». El profesor Arnel daba una calada a su pipa.

«Momento, yo no tengo ningún problema. Están equivocados». Ulises se levantaba un tanto molesto.

«Cariño, siéntate por favor. Te pido que nos dejes ayudarte». Sara tomaba a Ulises del brazo.

Ulises ponía los ojos en blanco. «Está bien, amor. ¿Qué me harán?».

«Señor Ulises, le haré una terapia de hipnotismo para que olvide esa obsesión por el peligro». El profesor Arnel sacaba un reloj de bolsillo. «Empecemos de una vez».

«Amor, sabes que no creo en esas cosas». Ulises se levantaba rápidamente y se iba.

El profesor Arnel se colocaba en el camino de Ulises y le colocaba el dedo en la frente. El hombre quedaba dormido. Sara se levantaba y lo ayudaba a colocar en el sillón, luego el profesor Arnel empezaba a hablar al dormido.

«Señor Ulises, usted ahora está bajo mi poder. Desde este momento le ordeno que olvide todo lo relacionado con el peligro y la adrenalina. A la cuenta de tres despertará y no recordará nada de esto». El profesor Arnel contaba hasta el tres y chasqueaba los dedos.

Ulises abría los ojos y miraba a Sara y el profesor Arnel. «¿Qué pasó? ¿Quién es ese señor?».

«Mi trabajo ha terminado. Con su permiso». El profesor Arnel salía de la casa.

«¿De qué clase de trabajo hablaba ese señor?». Ulises miraba fijamente a su novia.

«¿Amor, cómo te sientes? ¿Deseas hacer alguna actividad extrema?».

«¿Actividad extrema? ¿Qué es eso?». Ulises miraba a su novia confundido.

«Ya no importa, cariño. Ven a descansar un poco. Tuviste un día muy agitado». Sara se llevaba a Ulises hasta el cuarto.

En los días siguientes, Ulises tuvo un cambio extremo, pasó de ser extrovertido a muy calmado, casi no hablaba y hacía todo lo que le decía Sara. Los primeros días pareció un ejemplo de hombre, pero luego se volvió aburrido, siempre hacía lo mismo casi como un robot.

Sara sentía que Ulises había perdido su esencia y ahora era un cascarón de lo que un día fue, un hombre muy divertido, además extrañaba aquella pasión que la hacía vibrar. Su novio se había convertido en un témpano de hielo.

«Amor, ¿te acuerdas de este boleto para saltar en paracaídas?». Sara movía el papel en el rostro de Ulises.

«¿Paracaídas? Eso es muy peligroso. Yo prefiero
Seguir coleccionando estampillas. No hay nada más gratificante». Ulises se colocaba las gafas y abría su libro.

«Te he convertido en un monstruo. No lo soporto más». Sara salía corriendo de la casa.

«Profesor Arnel, debe ayudarme. Necesito que me devuelva a mi novio amante del peligro».

«Lo siento, señorita Sara, no hay regreso. Deberá aprender a vivir con su nuevo novio».

«¡Nooooo!». Sara salía corriendo del consultorio.

Se dirigió a casa y vio que Ulises no estaba en casa, luego recibió una video llamada. «Amor, estoy en el aeropuerto a punto de despegar para el salto. Te engañe. Jaja». Ulises estaba vestido de paracaidista.

«¿Hiciste que cosa?». Sara estaba atónita.

«La única forma que me devolvieras el boleto era hacerte creer que esa patraña del hipnotismo había funcionado. Jaja». Ulises subía al avión.
«Perdona por haberte engañado, pero creo que te diste cuenta de que extrañabas al extrovertido y arriesgado Ulises. Jaja».

«Eres un idiota, pero tienes razón, extrañaba esta sensación de miedo y excitación». Sara salía corriendo de la casa. «Voy para allá. Tonto, no lo hagas».

«Aquí vamos de nuevo. Jaja».