(Spanish)

Se acabó tu fortuna

_{Autor: @nachomolina2}

_{Nota del autor: Antes iniciar, debo aclarar que usaré repetidamente en el contexto de esta historia, la frase: "Nǐ de cáifù xiāoshīle", lo cual alude a la forma fonética de una posible pronunciación adaptada al español para la expresión china: 你的財富消失了 (Chino tradicional), según el traductor DeepL, la cual finalmente, traducido al idioma español significa: "Se acabó tu fortuna", que es no más, que el título de este relato.}

Antes de salir de casa, casi de modo instantáneo, con el Gran Torino color plata, en ralentí, aun dentro del cobertizo, la radio sintonizó por sí sola la romanza.

Cuando el automóvil abandonaba el garaje, en retroceso, iba dejando la marca neumática en el césped, arruinándolo, de igual modo, la escarcha golpeaba el parabrisas y los limpiadores bailoteaban extrañamente acompasados.

“Nǐ de cáifù xiāoshīle”, “Nǐ de cáifù...”; sonaba repetidamente en el radio reproductor, contrastando la tonada con el húmedo ambiente externo, el asfalto resbaladizo y el hormigón saturado, mientras el bólido enderezaba el rumbo hacia el popular enclave étnico.

Nǐ de cáifù... insistía en su mente de forma cíclica, invitándole a la fantasía, xiāoshīle..., aquel sinsentido, inoculación de una frase asíncrona, de la que nadie atinaría a descubrir cuál es su real significación a menos que tuviera un hábil manejo del lenguaje chino o se tratase de algún empedernido investigador idiomático, aun así, ella, parecía entenderlo.

Nanny, giraba la perilla del dial insistentemente, trataba de dar con la extraña lírica que sonaba hacía, tan solo, minutos atrás. Ignorante de su significado, pronto, al quedar sola en el auto, la cadencia sublime orquestada por flautas de bambú, le enamoró, bien podría escucharla toda la noche si fuera preciso, cautiva en tan livianos movimientos perfectibles a su oído crítico.

Acababan de paquear cerca del drive-thru, pero, en un puesto aparte, demarcado con franjas amarillas y el letrado: “Reserved Position”, céntrico.

Dentro de la casilla del service, ella notó la figura del dependiente, mirando el Gran Torino, con cara de embaucado en espera de algún cliente.

Nanny no sabía nada de la cultura oriental contemporánea, tampoco de su gastronomía, cuando mucho había escuchado hablar de las fortune cookie, la porcelana china, la fetichería y el kung fu, aunque parezca gracioso, no sabía de nada más.

Aparte del repartidor huraño sin oficio y el descampado estacionamiento donde solo se veía parqueado el Ford del 68, nada más había, solo agua nieve y puestos demarcados completamente vacíos.

La percusión que logran los tamborines de piel de búfalo, así como, los instrumentos de viento tradicionales microfoneados suenan muy bien cuando son llevados al formato estéreo, pensó nanny, de ahí, la característica giratoria del audio transitando de un parlante a otro, sumado, a la profundidad de los matices étnicos que la mantuvieron pegada al asiento con hipnotismo.

El padre de los hermanos, Kelly y Junior, decidió bajar del auto y entrar al restaurant, no obstante, el acaecer de una tan fría noche, a certeza de que para alguien, pasadas las ocho, como tal era el caso, si no llevaba puesto el doble abrigo anoraks con ribetes y capucha, sería, si acaso no más, la inminente congelación.

Kelly vestida con el pijama, calzando aparte, tan solo un par de babuchas de lana y usando en las manos unos guantes también de lana, parecía inmune al frío e inmediatamente, fue tras su padre, seguida de Junior, como buen hermano menor atado a sus faldas.

Junior, por su parte, usaba un gorro de estambre con tapa orejas, también un pijama de algodón, pero andaba descalzo y sin nada que cubriera sus manos, ya que, fue a última hora que decidió salir de casa, corriendo, se subió de un salto al puesto de copiloto, todo al enterarse de que iríamos por comida china.

Caminando frontal en dirección al Chinatown, el señor Peterson, sintió el espaldarazo propinado por Kelly cuando esta se guindó, seguido de otro golpe en las costillas por el apretón de Junior, también encaramándose.

Así, rebasaron el arco de la amistad y desaparecieron tras los paneles decorativos rojo-golden, con etiquetas de peces koi, grullas, dragones y dioses de la fortuna, que en augurio de buena suerte, delimitaban la entrada del restaurant dando la bienvenida a los clientes.

Con los seguros de las puertas claudicados y la calefacción encendida, luego de haberle insistido al señor Peterson que usara el drive-thru, para que se evitase la molestia de bajar con los niños, ella supo, que no tenía caso, pues, conocía bien el deleite familiar de aquellos tres secuaces, para bien, le sobró algo de tiempo muerto.

Seguían las voces nasales: “Nǐ de cáifù xiāoshīle”, a todo esplendor del misticismo oriental flotando en la cabina del auto y la dominancia del fiscorno oscuro e imperante.

En sí, nanny era amante del Soul y el Rhythm and blues, también aceptaba algunos clásicos como: Nocturne in C-sharp Minor, de Frederic Chopin, sumada a, Las bodas de Fígaro y La flauta mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart, obras musicales seleccionadas por ella quirúrgicamente como parte de su biblioteca.

Los gustos de nanny eran excelsos, tan así, admitía, que otras obras, tales como: El fantasma de la ópera de Gastón Leroux y la sonata de Giuseppe Tartini, “El trino del diablo”, a pesar de su excentricidad, nunca las escuchaba por parecerle de mal presagio.

El rasgo oriental enmarcado en aquella pieza que ahora estudiaba, liderada por un chanter gutural de tesitura hosca quien solo repetía la frase: “Nǐ de cáifù xiāoshīle”, intraducible para ella, era lo único que importaba.

Pero a la vez, de acuerdo a su nutrida apreciación del arte, el cántico, para nanny, evocaba la transfiguración de seres atávicos, temerarios, de fisonomía áspera, ceñidos a vestimentas de guerrero Wu Di, del período de los Tres Reinos o a monjes apiñados en túnicas de budistas antiguos.

Dado el momento de éxtasis y total arrobo, nanny, a mitad de su viaje bohemio, permaneció por largo rato apoyada en el vidrio de la ventanilla en la más subjetiva y profunda delectación musical, mirando el letrero del Chinatown, los alrededores solitarios, el asfalto con apariencia de espejo humedecido por la escarcha y la cabina del service.

Seguía mentalmente la melodía como un mantra, depurador personal de su alma dormida que ansiaba algo de paz, pensaba en la suerte que ella tenía, hasta que, golpeando insistentemente el cristal, la silueta de un extraño hombre le trajo de vuelta al mundo cruel, reaccionaria.

Nanny se asustó, retrocediendo hasta la mitad del cojín, no estaba dispuesta a abrir por ningún motivo la ventana. En ese justo momento, la calefacción del Torino se apagó repentina, aparentemente, descompuesta, para colmo del susto, ella, no le prestó atención.

Luego, al detallar minusciosamente al sujeto, identificó que aquel hombre era el departidor del drive-thru, quien nuevamente volvió con los golpetazos, al tiempo que transpiraba bocanadas de vapor en el vidrio por motivo del frío congelante.

Al bajar nanny un pequeño espacio de la ventanilla, éste, sin mediar palabras introdujo la mano en la cabina del auto y le entregó una fortune cookie.

El hombre, se detuvo por un brevísimo instante, pareció escuchar la canción sintonizada por nanny en la radio la cual persistía a todo volumen, motivo por el cual, al interpretar lo dicho por el átono cantante, gesticuló catastróficamente horrorizado, miró a nanny, para luego marcharse a la carrera como quien ha escuchado el maligno sermón.

Tan pronto como le vio entrar a la casilla del service, olvidó la pena que le embargaba y se propuso destapar la envoltura del ojaldre.

Al sacar la pequeña etiqueta contentiva de la "nota afortunada", inquieta por saber de su suerte, nanny se dio cuenta de que la misma estaba escrita en chino, entonces descepcionada, por su limitación en cuanto al idioma, empezó a comer la galleta mientras ojeaba con ligereza las letras ininteligibles que según la tradición le pronosticaban su suerte: "你的財富消失了".

Acto seguido. Las luces del Chinatown se apagaron. Cerrada la ventanilla del drive-thru, también el tabique de bienvenida ubicado a las puertas del restaurant fue retirado.

El dependiente simplemente desapareció y a oscuras, el estacionamiento era sinónimo de inconmensurable desamparo.

Nanny dejó caer la fortune cookie de la cual comió solo la mitad, también tiró la etiqueta con la nota afortunada: 你的財富消失了, de la cual no quiso saber nada, ni llegar nunca a conocer su significado.

Sin señales de vida, menos aun, nanny, podría tan siquiera suponer, de la suerte que corrieron los niños Kelly y Junior, ni del señor peterson, quienes de estar afuera indudablemente se habrían congelado.

Nanny se quedó sola, con aquella melodía sonando de fondo, huérfana, encerrada en la cabina del auto con los pestillos claudicados, sin calefacción, mientras, la temperatura caía precipitada y el Gran torino del sesenta y ocho, poco a poco, quedaba convertido en un promontorio de nieve.