Rehén rotativo

_{Autor: @nachomolina2}

_ Ring, ring, riiiing...
_ ¡Alo, diga!
_ Soy la señora del proyecto ecológico
_ Ok. ¿Qué quiere?
_ ¡Eh! ¡Es para confirmar mi depósito por la compra de la propiedad!
_ ¡Ok! Adiós
_ ...

¡Como os daréis cuenta! Hube culminado exitosamente la imperiosa negociación de una propiedad que decidí comprar a bajo costo.

La propiedad consistía en un terreno baldío el cual destinaría para la construcción de un parque ecológico, a su vez, ubicado en un sitio cercano a la ciudad según la dirección indicada en el documento de compra-venta.

Me puse en marcha rumbo al usufructo donde sería recibida por un encargado.

Cargué con mi material especializado de trabajo. Mis planos de paisajismo y de arquitectura. La maqueta del proyecto y el marco legal del mismo. La memoria descriptiva, la gaceta actualizada de normativas y las especificaciones técnicas. Es decir, todo lo necesario para fundar la obra.

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También llevé un pequeño bolso contentivo de algunos objetos personales, pues, de acuerdo a la ocasión, pensé en pernoctar en aquel sitio por una noche, no más de eso.

Coloqué todo en la cajuela de mi coche Trabbi, alemán, modelo 1957.

Encendí el motor de dos tiempos el cual emitió el traqueteo metálico característico de pistones resecos que luego se acompasarían con el ronroneo del tubo de escape.

En el marco de mi ostentoso emprendimiento profesional en las inmediaciones de la ciudad, sencillamente;

¡Iba camino al éxito!

_{fuente de imagen: pixabay}

Después de recorrer varios cientos de kilómetros por la interestatal. Ya cercana la noche. Divisé desde la ventanilla del automóvil un pequeño valle iluminado.

Estaba bordeado de un altozano, calcáreo y rojizo, cuyo fulgor faldeaba el pequeño lote de un fecundo maizal.

¡Entendí, que había llegado a mi destino!

Consistía en un retiro cuya enormidad abarcaba varios hectómetros de indomable desierto.

No llegaba visitante alguno con interés de poblar la asolada vastedad de dicho lugar, peligrosamente incierto, el cual, ¡Como toda una inexperta!, yo escogí para emprender mi proyecto.

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Nunca supuse que la negociación sería tan simple.

¡El precio era casi regalado! y saldría favorecida en cualquier modo. No obstante, se me impuso una singular y extraña condición para acceder a tal beneficio.

Debía aceptar la propiedad en cuestión con el inquilino de turno incluido, quien seguiría viviendo en la feudo, aun cuando legalmente este pasara a mi nombre.

De acuerdo a los intereses de por medio, yo simplemente acepté. Por eso, ahora iba en camino a poner orden y a demostrar quién manda.

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Me estacioné en un alero de la carretera. Apagué el motor del Trabbi, el cual permanecía brutalmente recalentado. Dejé mis cosas dentro del auto y caminé en medio de la oscuridad en dirección hacia una misteriosa cabaña.

¡Fue un acto deliberado! Tanto así, que nadie suponía de mi sorpresiva llegada a altas horas de la noche.

¡Pues. También fue un trauma!

Cuando fui prendida por un sujeto con la cara desleída. Ceñido a un antiquísimo andrajo de color negro el cual se agitaba al viento con espanto. Éste, avanzó directo hacia mí logrando infligir el más trágico e insoluto miedo a mi exigua humanidad que aún seguía sin entender nada.

Tuve que soportar la cáscara de su mano posada en mi hombro mientras expelía frases enrevesadas:

_ Está hecho...
_ ¡Yo soy la dueña!_, respondí, con nerviosa autoridad.
_ ¡Lo sé! le muestro el talego
_ ¿Cómo? ¿Qué es un talego?
_ La trena...
_ ¡Igual, no entiendo! _, (le dije, manteniéndome en ascuas)
_ ¡Pase y vea! _, concluyó el encargado.

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Aquel sujeto me miraba con cara de piedad y miedo. Alguien que sin duda había perdido el alma. A decir verdad, ¡No me trató mal, en absoluto! aunque admito, fui sujeta fuertemente del brazo como cuando alguien intenta “protegerte”.

O más bien, como quien prevé que aterrorizada podría yo salir corriendo.

Luego de oír un chirriante gozne que aperturó la puerta. El hombre me guio al entrepiso por una escalera con balaustres desvencijados y peldaños de madera que nos condujeron al freático. Una recámara soterrada y misteriosa, con escasa luz y paredes de moho.

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Me dejó al pie de la grada la cual permanecía tragada por un mar de sombras. Luego, se retiró rápidamente.

Oí, el crujir de los maderos y aquella voz quejumbrosa, que me refería, cuando se alejaba batiendo los jirones:

_ ¡Busque algo que hacer! estará aquí mucho tiempo.
_ ¡Oiga! no puede dejarme_, respondí, demandando su atención.
_ ¡Somos parte del trato!
_ ¿Trato?, dije.
_ ...

Claudicó la puerta.

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Por un breve momento, a duras penas, atiné a sentarme en un escalón temblando de frío y arruinando mi vestido de color blanco. La oscuridad era total, daba igual, cerrar los ojos que mirar. Así que hundí la cabeza en mis piernas aferrándome con fuerzas y esperé.

Seguidamente, escuché el encendido de un auto en las afueras de la cabaña.

De acuerdo al traqueteo del motor se trataba de mi Trabbi, el cual, se puso en marcha hasta que el ronroneo del tubo de escape se hizo distante e imperceptible.

_{fuente de imagen: pixabay}

Al poco rato de estar encerrada en la mazmorra, a mi lado, se sentó un hombre trabado en llanto que emitía un jadeo de triste decepción.

Aquello, instantáneamente, perforó mi pecho misericordioso, donde ya no había alma que me devolviera al mundo. Esperé lo peor.

Fue así, que conocí al inquilino:

_ ¿Es usted mi libertad? ¿O mi nueva tortura?
_ ¡Un momento! ¡Yo soy la propietaria!
_ Ya lo sé...
_ ¿Qué quiere decir? ¡Mire, caballero! Yo soy la máxima autoridad en este rayano.
_ ...
(El hombre guardó silencio mientras manipulaba en sus manos un encendedor)

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Fue así que logró encender una vela consumida a la mitad la cual me dejó ver su aspecto durante algunos escasos minutos. Era un anciano pálido y cenizo con piel arrugada y la mirada perdida. Tenía las pupilas dilatadas como quien está acostumbrado a vivir en la ruin oscuridad.

La lucerna también iluminó parte del claustro el cual consistía en una recámara blindada con paredes de concreto. Un espacio de oficina en franco abandono el cual contaba con algunos útiles y una mesa de dibujo.

Entonces el señor comenzó a hablar su propia experiencia, contándome de aquel soterrado que no tenía salida alguna, ni contacto con la superficie.

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Él, llevaba ahí varios años. Tantos, que ya había perdido la cuenta.

_ "Todo empezó cuando al aceptar la oferta por el baldío a muy bajo costo, decidí emprender un proyecto de siembra de maiz"_ Dijo el anciano. _ "Sin embargo, a mi llegada, un extraño sujeto que me recibió me encerró en este sótano, junto al hombre que acaba de salir"_

_ ¿Ok, pero me puede explicar? ¿Cómo es que usted se involucró?_, le pregunté.
_ ¡Fue gracias a la oferta tentadora!, respondió
_ ¿Pero qué hay del antiguo dueño?, hice la pregunta.
_ ¡Nunca le vi! todo fue por teléfono
_ ¿No lo puedo creer? (Supe de mi suerte, pues, yo cometí el mismo estúpido error)

El anciano me miró extrañamente dotado de una mórbida complacencia. Como quien ve en mí un boleto de viaje o como alguna indulgencia capaz de aliviar su purga. Sin revelar algún otro detalle volvió su entristecimiento. Arrastrándose luego a dormir en una esquina.

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Así transcurrió el tiempo. Yo acepté, que fui víctima de un secuestro. ¡No tenía caso! solo me quedó imaginar como los pliegos de mi proyecto ecológico me trajeron la desgracia y como estos, a su vez, se perdían en la maleta del Trabbi.

Mi deseo inicial fue hacer prosperar aquellas tierras, crear un oasis en medio del desierto donde se sostuviera la vida desde la superficie hasta las cavernarias del subsuelo. Donde el mundo tuviera un pequeño refugio natural que a la vez sirviera de ecosistema a las tantas especies desplazadas por la mano del hombre.

Fueron largos años tomada por rehén. Mientras que el anciano lucía cada vez más desmejorado. Él aún me veía como su cuota de libertad. ¡Pero yo no entendería por qué, hasta llegado el momento!

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¡Como si se tratara de un sueño!

Una mañana, al despertar, escuché el ronroneo de un automóvil a las afueras de la cabaña.

¡Pensé que soñaba!

Era el típico compás bofo de un tubo de escape alineado con el traqueteo metálico del motor.

Inconfundible. Era mi Trabbi. del 57’.

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Entonces supuse, lógicamente, que se trataba de un rescate. Había sido desmantelada aquella mafia de secuestro, la que por tanto tiempo me había mantenido como rehén.

Sentí cuando destrabaron la puerta del sótano y desde abajo, vi a contraluz de la puerta.

El anciano inquilino, descendía la grada con alguien a quien traía sujeto fuertemente del brazo. Luego de dejarlo en el último peldaño tragado por la oscuridad, se retiró rapidamente claudicando detrás de sí la puerta.

Oí el motor del coche alejarse progresivamente por la carretera hasta que el sonido se volvió indistinguible.

_{fuente de imagen: pixabay}

_FIN

_{[Original Content]
@nachomolina2
2025}

_{Consulta las bases del concurso aquí: The Inkwell Fiction Prompt #234DeepL fue utilizado para la traducción}