Hispaliterario 44 /La Taberna del Silencio-Cuento Ilustrado

La Taberna del Silencio
En lo profundo del Bosque de los Susurros, donde los árboles parecían murmurar secretos al viento, existía una aldea que no aparecía en ningún mapa: Zarzalombra. Allí, humanos y animales vivían juntos, no como mascotas y dueños, sino como vecinos, socios… y a veces, rivales.
La taberna más famosa del lugar se llamaba El Silencio. Irónicamente, era el sitio más ruidoso de la aldea. La regentaba don Efraín, un búho con gafas redondas y voz de tenor, que servía té de pétalos de luna y empanadas rellenas de historias olvidadas. Nadie sabía cómo las preparaba, pero quien las comía, recordaba algo que había perdido: un sueño, una promesa, o incluso una canción.
Una noche, llegó a la taberna una figura encapuchada que caminaba con paso lento, y su sombra parecía moverse en dirección contraria. Se sentó en la esquina más oscura y pidió “una empanada de memoria rota”.
Don Efraín inclinó la cabeza y preguntó: ¿Estás seguro? Esa receta no se sirve desde que desapareció el gato bibliotecario.
El encapuchado admitió sin hablar, mientras que don Efraín suspiró y desapareció en la cocina.
En otra mesa, sentada, estaba Lía, una hermosa joven con cabello de color mandarina y botas de mapache; observaba todo con curiosidad. Era aprendiz de narradora, y tenía la costumbre de anotar todo lo que parecía fuera de lo común. Su compañero de aventuras, Timo, un zorro que usaba sombrero de copa y hablaba en rimas, se inclinó hacia ella y dijo:
Ese cliente sombrío trae un misterio frío. ¿Lo seguimos, amiga mía, o esperamos a que se enfríe el día?
Lía sonrió y respondió: Vamos a descubrir qué trama, pero con cuidado; no quiero terminar convertida en rana otra vez.

Cuando don Efraín regresó con la empanada, el encapuchado la tomó, la olió… y desapareció. Literalmente. Un destello azul, un sonido como de páginas arrancadas, y ¡puf! Ya no estaba.
La taberna quedó en silencio. El verdadero.


Contenido 100% original de @giocondina
Todas los dibujos del cuento son completamente de mi propiedad. creados en el progragrama Inkscape

¡Otra vez! Gritó don Efraín. ¡Siempre que alguien pide esa empanada, algo raro pasa!
Lía y Timo se miraron. Era hora de investigar.
Esa noche, siguieron el rastro del destello hasta la vieja biblioteca subterránea, donde los libros caminaban solos y los estantes cambiaban de lugar si no les caías bien. Allí encontraron una puerta que nunca antes habían visto. Sobre ella, un cartel que decía: “Solo para quienes han olvidado algo importante”.

¿Qué olvidaste tú? Preguntó Lía.
Mi primer poema; respondió Timo, bajando la mirada.
Yo… olvidé por qué empecé a contar historias.
La puerta se abrió.
Dentro, encontraron al encapuchado, que en realidad era el gato bibliotecario, Milo, desaparecido hacía años. Estaba atrapado en una sala de recuerdos rotos, donde cada objeto flotaba en burbujas: una pluma sin tinta, una risa sin eco, un reloj sin tiempo.
La empanada me trajo de vuelta, dijo Milo. Pero no puedo salir hasta que alguien recuerde mi nombre completo.
Lía pensó y Timo dijo:
Milo, el sabio, el que leía en voz baja, el que guardaba secretos en su caja.
La sala tembló, las burbujas estallaron y Milo sonrió. Gracias, ahora puedo volver.
Al regresar a la taberna, don Efraín lloró de emoción diciendo: ¡Mi viejo amigo! Pensé que te habías convertido en polvo de cuento.

Desde ese día, El Silencio cambió su menú, ahora servía empanadas de “recuerdos encontrados” y té de “nuevas historias”. Y cada vez que alguien pedía algo extraño, Lía y Timo se preparaban para una nueva aventura.
Porque en Zarzalombra, el misterio y la diversión eran parte del desayuno.

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