Mientras tanto, la lluvia

I

Tres días malgastando energía.

En las mismas circunstancias.

Haciendo y deshaciendo mis pasos, mirando a todos lados, frunciendo el ceño, debilitando las suelas de mis zapatos empobrecidos y raídos de tanto caminar de la cama a la cocina, de la cocina al patio de la casa…

Me detengo un momento a despejarme, a deleitarme con el sol, pero se pone y deja paso a estas nubes oscuras que vienen del lago, cargadas además, de ruidos gruesos y relámpagos brillantes con gritos agudos, insinuantes, irrespetuosos, que destruyen la armonía del hermoso y cuidado jardín en el cual deseo, anhelo y quiero robar inspiración para poder escribir.

Regreso dentro con las primeras gotas.

El torrencial aguacero ya está muy cerca, se vislumbra, se siente, se huele, y es seguro que suceda, pues llevamos días en esta noria atmosférica de sol, lluvia, tormenta y calor extremo.

De nuevo al cuarto; de pie frente a la insistente pantalla que grita: ¡Escribe, escribe, escribe!

Y no, nada sale.

II

Decido volver sobre mis pasos a otras estancias, regresar a lo esencial, a lo básico, a la rutina, al movimiento de vida exasperante, constante y continuo de mi casa.

Arriba, niños, a esta hora, apenas deciden si un calcetín es igual al otro para luego vestir sus pies, mientras apresuran el paso para la ida al colegio.

La mujer grita, corre, sube y baja escaleras… -¡Estos niños nada que aprenden a medir el tiempo!

Son niños. Por ahora no medirán el tiempo; ya la vida se encargará de enseñarles el valor de ese bien material inasible que tenemos, pues, con los años nos vamos volviendo más celosos de los momentos que perdemos. Por ahora no; no a esa edad temprana donde cada acción cotidiana y rutinaria se siente nueva y diferente.

¡Y el tiempo pasa!

Vuelvo a pensar en la pantalla y la imagino, desesperada, inquisidora, observándome más allá de las paredes que nos separan, esperando que escriba en ella una mínima frase que despegue al fin algún tema.

No. Nada. No nace. Nada viene.

III

Me digo: Regresa a lo rutinario, a lo esencial, a lo básico.

"Descubre los secretos de las pequeñas acciones repetidas, inconscientes, destetadas de lo novedoso y sorprendente de tu vida; tal vez en lo común exista un poco de la magia que hace falta para escribir artículos, críticas, reflexiones o, solo para intentar, sin objetivo alguno conseguido, llegar a escribir un simple poema cuya métrica no se perciba, pero cuyo ritmo sea evidente."

-Nada de eso funciona -pienso-

Y un niño pasa a mis espaldas, cruza bruscamente y, por poco, me lanza totalmente sobre la mesa. Va apresurado. Afuera el autobús espera impacientemente como cada día. Están retrasados y así lo estarán siempre mientras nosotros nos empeñemos en hacer desayuno, almuerzo y cena al mismo tiempo en las mañanas.

Puertas se abren y se cierran.

Gente sale y entra.

Ruffo ladra, corre hiperquinético moviendo su cola de un lado a otro, y una ardilla furtiva se asoma por el lavadero, siendo detectada por la gata, que sale tras ella, corriendo, sin darle alcance, hacia el árbol del vecino.

Y ya; niños a la escuela, mujer al trabajo…

IV

El silencio ahora, de pronto, se siente absoluto.

Queda el denso zumbido de un trueno en el aire y, de fondo, el continuo goteo de la leve lluvia que en este momento cae en el techo de metal que sobresale de la cocina abierta.

Son ruidos sordos, como sorda es mi mente ante el requerimiento insinuante, preciso y constante de la pantalla encendida y a la espera, de mi computadora.

¿Daña la exposición excesiva a los dispositivos electrónicos? ¿Es adicción o emprendimiento necesario? ¿Empatía o resiliencia? ¿Inteligencia emocional mediada por el minimalismo extremo hecho moda? ¿O hablamos, como sin querer, de mi poca afinidad por Palestina y su desgracia?

No; hoy no. No deseo temas contenciosos. Me cuido de eso.

Emitir opiniones sobre un mundo cambiante y muy sensible, con especialistas sin maestrías ni doctorados o leyes éticas, que nos fustigan a todos, en todas partes, que no escuchan a nadie, a las apreciaciones de nadie.

No, no creo que sea conveniente.

Así que sigue sin manchas el papel.

V

No. Ni Dyer ni Goleman; mucho menos Kafka, Mishima o Ferrante; nada sale de mis manos ni de cerca.

No he podido escribir dos líneas, encender un tema para que otros escriban o comenten, hacer una reflexión sobre algún desafío que vivimos.

-¿Qué pasa con las musas? -Me pregunto.

No hay respuesta.

Mientras tanto yo, sigo dando vueltas entre el silencio de la casa huérfana de humanos, callada de perros, con gatos y ardillas fugadas; de gotas tenues, relámpagos y truenos ocasionales, amenazantes y cercanos; como el papel que, desde hace tres días, sigue abierto ante mis ojos, esperando.

Meanwhile, the rain

I

Three days wasting energy.

In the same circumstances.

Making and unmaking my steps, looking everywhere, frowning, weakening the soles of my shoes impoverished and worn from so much walking from the bed to the kitchen, from the kitchen to the patio...

I stop for a moment to clear myself, to delight in the sun, but it sets and gives way to these dark clouds that come from the lake loaded, besides, of thick noises and bright flashes with high-pitched, insinuating, disrespectful screams, that destroy the harmony of the beautiful and cared for garden in which I desire, yearn and want to steal inspiration to be able to write.

Return inside with the first drops.

The torrential downpour is already very close, you can see it, feel it, smell it, and it is sure to happen, because we have been in this atmospheric wheel of sun, rain, storm and extreme heat for days.

Back to the room; and I stand in front of the insistent screen that screams: Write, write, write!

And no, nothing comes out.

II

I decide to return on my steps to other rooms, back to the essential, to the basic, to the routine, to the movement of life exasperating, constant and continuous of my house.

Up, kids, at this hour, they barely decide whether one sock is equal to the other and then dress their feet as they rush their way to school.

The woman screams, runs, goes up and down stairs... -These children learn nothing to measure time!

They are children. For now they will not measure time; and life will be responsible to teach them the value of that material impalpable good we have, because with the years we are becoming more jealous of the moments we lose. Not for now; not at that early age where every daily and routine action feels new and different.

And time passes!

Again I think about the screen and I imagine it, desperate, inquisitive, looking beyond the walls that separate us, waiting for me to write on it a minimal sentence that will finally take off some subject.

No. Nothing. Not born. Nothing comes.

III

I say to myself: Go back to the routine, the essential, the basic.

"Discover the secrets of small actions repeated, unconscious, weaned from the novel and surprising of your life; perhaps in the ordinary there is a little of the magic that is needed to write articles, reviews, reflections or just to try, without any goal achieved, to write a simple poem whose metric is not perceived, but whose rhythm is evident."

-None of it works -feed

And a child passes behind me, crosses abruptly and almost throws me all over the table. He rushes. Outside the bus waits impatiently as every day. They are late and always will be as long as we try to make breakfast, lunch and dinner at the same time in the morning.

Doors open and close.

People come and go.

Ruffo barks, runs hyperkinetically moving his tail from one side to the other and a stealth squirrel looks out through the laundry room, being detected by the cat, who comes after her, running, without reaching him, towards the neighbor’s tree.

And already; children to school, woman to work...

IV

The silence now, suddenly, feels absolute.

There is the dense hum of thunder in the air and, in the background, the continuous dripping of the light rain that at this moment falls on the metal ceiling protruding from the open kitchen.

They are deaf noises, as my mind is deaf to the insinuating, precise and constant requirement of the screen on and waiting for my computer.

Does excessive exposure to electronic devices harm? Is addiction or entrepreneurship necessary? Empathy or resilience? Emotional intelligence mediated by the extreme minimalism made fashionable? Or do we speak, as if inadvertently, my little affinity for Palestine and its misfortune?

No; not today. I do not want contentious issues. I take care of that.

Express opinions about a changing and very sensitive world, with specialists without masters or doctorates or ethical laws that beat us all everywhere, that does not listen to anyone, to nobody’s assessments.

No, I don’t think it’s convenient.

So still no stains the paper.

V

No. Neither Dyer nor Goleman; much less Kafka, Mishima or Ferrante; nothing gets out of my hands.

I have not been able to write two lines, turn on a topic for others to write or comment, make a reflection on some challenge we live.

-What about the muses? -I wonder.

There is no answer.

Meanwhile, I continue to roam in the silence of the human orphan house, silent of dogs, with cats and escaped squirrels; of faint drops, flashes and occasional thunder, threatening and close; like the paper that, for three days, remains open before my eyes, waiting.

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